El término Greenwashing es atribuido a Jay Westerveld, investigador estadounidense, quién lo utilizo para describir la práctica que realizaban algunos hoteles que apoyaban campañas de reutilizar toallas por el bien del medio ambiente. Aunque en realidad el resto de sus prácticas estaban muy lejos de proteger el medio ambiente. Con el tiempo el término fue significando más hacia el tema de lavar la imagen de un producto para que parezca verde.
Ahora bien, esta práctica del Greenwashing, consiste en intentar vincular la marca con cosas que se consideran sinónimos de naturaleza. Muchos productos son presentados como verdes o ecológicos, mientras el fabricante oculta el verdadero coste medioambiental, ya que no publicita el como está integrado o producido este artículo, para saber con certeza si no es dañino al medio ambiente.
Realmente el Greenwashing es una publicidad ecológica engañosa, que hace mención a demostrar sostenibilidad, aunque sin embargo todo sea simplemente insostenible.
Gobiernos y empresas realizan muchas veces un lavado de imagen a través del uso de la temática ecológica, otorgándose a sí mismos una impresión verde respecto a sus políticas comerciales y corporativas.
Muchas organizaciones gastan una cantidad significativa de dinero en publicidad verde, en vez de utilizar ese dinero en gastar realizando prácticas verdes en sus procesos administrativos y operativos.
Según Samuel Leiva de Greenpeace Chile, el Greenwashing se ve más en países desarrollados, pero eso no quita que en nuestra región muchas veces se habla de proteger el medio ambiente simplemente por pura retórica, cuando se sabe que se debe tomar cartas en el tema con proyectos serios.
El consumidor debe ser exigente, y la forma es informándose, preocupándose por los temas que son relativos a nuestro medio ambiente.
Hace unos años la agencia Terra Choice había realizado una investigación sobre productos verdes. Al año siguiente volvió a realizar el análisis, y de los 2 se desprendieron 7 errores frecuentes, llamados los “pecados del Greenwashing”.
1- Eficiencia energética en productos electrónicos que contienen materiales peligrosos. (Conocido como pecado de los trade-off)
2- Champús que afirman tener certificado orgánico pero sin ninguna certificación verificable. (Conocido como pecado de no prueba)
3- Productos que afirman ser 100% naturales cuando muchas de sus sustancias son peligrosas. (Conocido como pecado de la vaguedad)
4- Productos que afirman no tener CFC o sea clorofluorocarburos a pesar de estos estar prohibidos hace más de 20 años. (Conocido como pecado de la irrelevancia)
5- Productos que afirman estar certificados por estándar medio ambiental reconocido internacionalmente. (Conocido como el pecado de fibbing o mentir)
6- Cigarrillos orgánicos o pesticidas ambientalmente ecológicos (Conocido como el pecado de el menor de dos males)
7- Aquellos productos que a través de palabras o imágenes dan la impresión de aprobación de terceros cuando realmente no existe tal aprobación. (Conocido como el pecado de falsas etiquetas)
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